jueves, octubre 25, 2007

La balada de Hans y Jenny, del poeta venezolano Aquiles Nazoa



Verdaderamente,
nunca fue tan claro el amor,
como cuando Hans Christian
Andersen amó a Jenny Lind,
el Ruiseñor de Suecia.

Hans y Jenny eran soñadores y hermosos,
y su amor compartían como dos colegiales
comparten sus almendras.

Amar a Jenny era como ir comiéndose una
manzana bajo la lluvia. Era estar en el
campo y descubrir que hoy amanecieron
maduras las cerezas.

Hans solía cantarle fantásticas
historias del tiempo en que los témpanos
eran los grandes osos del mar. Y cuando
venia la primavera, él la cubría con
silvestres tusilagos de trenzas.

La mirada de Jenny poblaba
de dominicales colores el paisaje.

Bien pudo Jenny Lind
haber nacido en una caja de acuarelas.

Hans tenia una caja de música
en el corazón,
y una pipa de espuma de mar,
que Jenny le diera.

A veces los dos salían de viaje por
rumbos distintos. Pero seguían amándose
en el encuentro de las cosas menudas
de la tierra.

Por ejemplo,
Hans reconocía y amaba a Jenny
en la transparencia de las fuentes
y en la mirada de los niños
y en las hojas secas.

Jenny reconocía y amaba a Hans
en las barbas de los mendigos,
y en el perfume de pan tierno
y en las más humildes monedas.

Porque el amor de Hans y Jenny era
íntimo y dulce como el primer
día de invierno en la escuela.

Jenny cantaba las antiguas baladas
nórdicas con infinita tristeza.

Una vez la escucharon unos estudiantes
americanos, y por la noche todos
lloraron de ternura
sobre un mapa de Suecia.

Y es que cuando Jenny cantaba,
era el amor de Hans
lo que cantaba en ella.

Una vez hizo Hans un largo viaje
y a los cinco años estuvo de vuelta.

Y fue a ver a su Jenny
y la encontró sentada,
juntas las manos,
en la actitud tranquila
de una muchacha ciega.

Jenny estaba casada y tenía dos niños
sencillamente hermosos como ella.

Pero Hans siguió amándola
hasta la muerte, en su pipa de espuma
y en la llegada del otoño
y en el color de las frambuesas.
Y siguió Jenny amando a Hans
en los ojos de los mendigos
y en las más humildes monedas.

Porque, verdaderamente,
nunca fue tan claro el amor como cuando
Hans Christian Andersen amó a Jenny Lind,
el Ruiseñor de Suecia.

Aquiles Nazoa

Hermosa, valedera y certera declaración de amor, que se ha eternizado en la extraordinaria pluma de nuestro excelso poeta Aquiles Nazoa y que mi querida amiga Miguelina, finalmente me hizo llegar,para compartir con todos ustedes.

Las hermosas e inolvidables imágenes que acompañan este post,forman parte de los fotogramas de la clásica historia de amor "Luces de la Ciudad" de Charles Chaplin.

Aún cuando ha parado de llover, por fuera,... adentro, sigue copisamente lloviendo...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Este ha sido el regalo más hermoso que me hayas podido dar, mi querido amigo. Leerlo de nuevo, resulta indescriptible, y compartirlo, aún más.Gracias también por la música, de verdad...
Ojalá y pudiera robarle un rayito de luz al sol para que con la lluvia que te acompaña, transformar el aguacero en un espectacular arcoiris, que con sus maravillosos colores destellen en tu vida la esperanza, la fe y el amor. Pero no soy un Hada, solo soy tu amiga y eso me da permiso de al menos creer en la magia...Abrazos, después de la lluvia siempre sale el sol ¿verdad?. Saludos y mi cariño de siempre. MIGUELINA

FEVC dijo...

Por el contrario, Gracias a ti querida amiga,puesto que has sido artífice de este esplendoroso post, al enviarme para compoartir con todo aquél que tenga a bien visitar estelugar, no sólo este poema,que merece estar en el olimpo de las declaraciones de amor, sino también, comentarios oportunos, poesias,ensayos, frases célebres, muchas hermosas canciones y gratos momentos.
Gracias también, por tus sinceros deseos para con este humilde ser.
De verdad agradezco tus bien intoncionados deseos plenos de luz, amor y renovadora esperanza.
Lamentablemente,por ahora,no existe hada ni mortal alguno que pueda modificar lo que siento,padezco y vivo. No es posible, de momento, cambiar el orden de las cosas, lo cual no ha de ser para siempre, tal vez más adelante, soplen otros vientos, que deparen para mi, quizá, un mejor destino.Besos agradecidos colmados sincero afecto.