Enamorarse, como tradicionalmente se estila, esto es, validar un sentimiento profundo, férreo hacia otro ser, con el que converge un universo de sensaciones, experiencias, vivencias, puede resultar una hermosa experiencia o un trágico error.
A mi juicio, ello en virtud, de los errores en los que, involuntariamente incurrimos a la hora de "caer" cautivos de ese mágico sentimiento, convencidos de que un aura ensoñadora y maravillosa te cubre y nada te perturba, que miles de querubines revolotean a tu alrededor y te sientas parte de un mundo de ensueño, que sólo existe en los cuentos de hadas (justo al final de la historia y antes del "y vivieron por siempre felices) o en las historias de amor que tanto han prodigado el cine y la televisión,con excelente resultado, precisamente por proporcionarnos eso; la certeza de que es posible vivir encantadora y felizmente encadenados a un hermoso sentimiento.
Nada más alejado de la realidad. Y no es que sea un erúdito, especie de "Dr Love" o poseedor absoluto de la verdad (concepto axiológico bastante particular, ambiguo y difuso, a mi enteder), sino por haber vivido algunas cosas y haber estado al tanto de muchos sucesos acontecidos de amigos y conocidos. Porque es que, independientemente de la normal somatización que produce el estar enamorado, nuestra mundana existencia exije y requiere, que toquemos tierra, que bajemos de esa nube algodonada de azúcar y plena de maravillas, para afrontar la realidad.
Ojo, no quiere decir este post que no crea en el amor, que no debemos enamorarnos, ni sentir la gracia plena de ese sentimiento, que se materializa a nivel de pareja, para colmar nuestras vidas de almíbar. NO, es sólo que no hay que perder la perspectiva de las cosas, situación que pareciera comunmente ocurrir .
En esencia, nunca dejamos de enamorarnos o estar enamorados.
Sí, vivimos del Amor. De la vida, del Amor, nuestros amigos, las personas que están a nuestro alrededor, colmándonos de afecto, aguantando nuestros desplantes e imperfecciones y celebrando nuestras proezas, triunfos y virtudes. El amor está allí, así como en la naturaleza, en cada manifestación de vida orgánica. Nacemos producto del amor (salvo pavorosas y lamentables excepciones, que de hecho tristemente existen). Sólo que regularmente nos circunscribimos, cuando nos referimos al Amor, a pensar en el complemento de la pareja, en combatir la humana soledad, la necesidad de un afín.
Nos montamos en una montaña rusa de emociones sin cinturrón de seguridad y sufriendo de vértigo, nos aferramos a esa idea, dejando incluso a veces de ser quienes somos, para lograr mantener satisfecho a nuestro par, por encima de nosotros mismos, de nuestros anhelos y deseos particulares, tratamos de inmiscuir a esa persona en nuestro mundo de relación y de inmiscuirnos en el de él o ella, siendo hasta capaces de desterrar a nuestros seres más queridos, esos que cronológicamente han estado con anterioridad, colmándonos de afecto, si por casualidad a nuestro afín no les resulta o cae en gracia esas maravillosas personas, afectando con ello nuestro mundo de relación particular.
No quiero parecer excesivo ni descabellado en estas apreciaciones, pero creo es así. Yo no he sido la excepción, aunque bueno, quizás si existe. Es probable que alguien sea lo suficientemente capaz o consciente de deslindar el afecto sin tristes consecuencias, o antes de que esa existencia de la otra mitad afecte la racional conciencia de nuestro necesario y evidente desarrollo personal; de hecho, yo, en los actuales momentos, trato de luchar con ello, trato de serlo, o de tener por norte que las cosas han de ser de ese modo.
Entender que hay cabida para todo, que todo debe tener un santo lugar.
Que los amigos forman parte entrañable de mi mundo de relación, que es tan mío, que si bien puedo compartirlo con mi pareja, y ésta lo acepta, perfecto,pero si no lo hace, no tiener por qué acabarse el mundo, dado que no necesariamente debe ser aceptado por ésta y de no ser así, el mundo no se termina ni los afectos han de cambiar.
Cada quien debe ocupar su lugar y eso no debe afectar su mundo de relación afectivo, ni impedir el ser feliz.Es necesario respetar y validar cada nivel de individualidad,Cada premisa particular de vida propia,aún en nombre del Amor.
Por el contrario, el sostenimiento de cada área, de cada nivel de privacidad e independencia ha de garantizar la permanencia de una relación y enriquecerla.
Claro, sin excesos o visos libertinos de "hacer lo que me de la real gana y explorar cualquier otra posibilidad, en tanto mantengo una relación con quien considero especial e importante" o "mantener una vida paralela haciendo y deshaciendo con otras identidades electrónicas para llenar o satisfacer vacíos de una relación",eso no me parece ni justo, ni leal, ni honesto, ni siquiera bajo la falsa premisa de pensar que corresponda a "fantasías naturales propias del mundo interior de cada individuo":¡pamplinas!:
Si mantengo una doble, triple, cuádruple vida, con identidades paralelas, es porque, o algo anda mal en mi relación primigenia, o existe un desajuste en algún recóndito lugar de mi ser y termina siendo además, deshonesto para con nosotros mismos, la persona que presuntamente amamos y recibe de nuestro sentimiento y hasta para con propio amor que sentimos o decimos tener.
Tampoco tiene sentido perseguir al Amor, apresarlo, forzarlo, errando incluso su inmediato destinatario, bajo el afán de escapar a los falsos prejuicios, al qué dirán o al sentir que la soledad inunda nuestras vidas o nos va a dejar el autobús. Eso además de pavoso, es pernicioso y puede autodirigirnos hacia nuestra propia destrucción, al exponernos ante seres que inescrupulosamente, utilizan sus encantos para hacernos creer que son los (as) elegidos (as),que han estado pacientemente esperando nuestra llegada, para satisfacer nuestras amorosas exigencias, conculcando nuestro querer, mancillando y vejando la pureza de este bello y noble sentimiento, al convertirlo en instrumento para el logro de sus egoístas deseoso lo que es peor aún, por el mero y doloso afán de sentir, que logran burlar tan insulsa ingenuidad, rompiendo en mil pedazos nuestro ansioso y expectantemente sediento corazón.
Revalidar el amor, vivenciarlo, vivirlo, retroalimentarlo cada día, no es fácil, pero constituye parte de ese reto del “vivir” por encima de existir, siendo honestos y sinceros con nosotros y los demás.
Repito, no es fácil, pero ni modo, hay que intentarlo y sobrellevar engaños, triquiñuelas, vencer espejismos en medio del desértico transitar por los insondables caminos de ese amor particular, que se anida de la necesidad del otro, del contacto, la permanencia, del vivir y sentir a plenitud el verse reflejado y acompañado por esa otra mitad, que ojo, pudiera presentarse como pudiera no existir, así que, como una vez me dijo alguien, al que en dicho momento no comprendí, porque sus malsanas intenciones prevalecían sobre cualquier otra consideración: "hay que estar incluso preparado para ello...para vivir sin él" (amor), (aunque más que sin él, se refería a vivir sin pareja). En ese preciso momento,les confieso,me quería como morir, pero hoy día,después de 4 décadas y muchos sole4s y lunas, consciente además de que se puede prescindir de una pareja máss nunca del Amor y que éste persiste por encima de cualquier circunstancia,rrecuerdo otro viejo adagio, aquél que señala: ¡si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada!