martes, mayo 27, 2008

Si existiera un onceavo mandamiento...ellos tambien lo hubiesen roto!





Queridos amigos de siempre,mi empedernida alma de lector y cinefilo, me impide dejar de utilizar este poderoso instrumento comunicativo, para rememorar momentos inolvidables producidos de esa maravillosa y hasta inexplicable conexion de vida util producto de esa simbiosis: existencia/cine/literatura/polvo de hadas=cinergia de vida.
Es asi, como quisiera recordar en este momento,el turbulento y apasionadamente complejo universo de las relaciones interpersonales, que tan magistralmente refleja la novela negra que ambientaliza las miserias y depresiones,los anhelos y frustraciones de unos seres de carne y hueso, cuya humanidad les permite expresarse,sentir y validar su atribulado comportamiento, sin falsas moralidades.
Situacion que luego, gracias a la magia del cine fuera reflejada en imagenes,sonido,movimiento,accion, que materializan una de las mas celebres y leidas novelas de la dramaturgia contemporanea, que fue llevada a la pantalla grande, en dos oportunidades,siendo la ultima la que en este momento me corresponde compartir con uds.

Toda una voragine de sentimientos, que se amalgaman y hacen erupcion en una historia trepidante, tan intensa como suele ser la vida misma, cuando la pasion se desata al punto de hacernos perder la conciencia. Comparto ademas, las importantes opiniones de quienes aqui se expresan respecto a este clasico narrativo y doblemente visualizado argumento, para el juicio y la atencion de tan inteligentes y apreciados receptores que en los años 80, bajo la optica de Bob Rafelson, la presencia perturbadora de una dupla explosiva (jack Nicholson/Jessica Lange ) y el inteligente y erotico guion de David Mammet se nos presentara por segunda oportunidad.


EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES. Publicada en 1934, esta novela se convirtió en un inmediato éxito de crítica y público. Hoy en día se considera como una de las cimas de la literatura de género negro, en parte debido a su franco y explícito tratamiento del sexo y la violencia, que abrieron un campo nuevo.

Es un legado del talento de Cain, que incluso hoy, cuando la violencia y el sexo son ya algo cotidiano en los medios, muchas de sus escenas siguen impactando por su fuerza y su poder dramático.

La novela fue filmada dos veces: la primera, en 1946, y la segunda en 1981.
Cora accedió a desquitarse de una vida de humillaciones casándose con Nick. Pero la llegada de Frank a la fonda, propiedad del matrimonio, aviva las ganas de liberarse de su marido. Los amantes idean un «accidente" para que Nick muera. Pero las cosas no fueron tan sencillas: la cantidad de intereses creados en el caso golpea y debilita la confianza mutua de la flamante pareja.
El cartero siempre llama dos veces, es un clásico de la obra de Cain, autor que le pone al género policial el sello propio de una dureza implacable. La novela fue llevada al cine en dos oportunidades: en 1946, con Lana Turner en el papel de Cera, y en 1981, con Jack Nicholson y Jessica Lange como protagonistas.

BESOS Y ADIOSES / JACK NICHOLSON / JESSICA LANGE



La erótica de la mesa de cocina



'El cartero siempre llama dos veces', de Bob Rafelson, tiene mucha más carga sexual que la versión protagonizada por Lana Turner, gracias al guión de David Mamet y a las inolvidables interpretaciones de Nicholson y Lange


Por Javier Villán

Chambers habría sabido lo que el destino le tenía preparado en aquel bar de carretera si hubiera seguido su camino vagamundos nada más vislumbrar a Cora trajinando en la cocina. Aquella mirada promisoria y hostil podía presagiar placeres inenarrables y pesares sin fin. Pero el cartero llama una, dos y 1.000 veces a cualquier puerta, siempre que haya de por medio una mujer como Jessica Lange, todo sexo y determinación, incluso entre cacerolas y sartenes. La mirada de Cora, que Chambers apresa desde la barra del bar, es un desafío. Y se adivina enseguida que cocina y trastienda van a ser pronto zona de zafarrancho y de refriega a la que no cuadra el lirismo cursi del viejo poeta: «A batallas de amor, campos de plumas». Esa primera mirada es una declaración de guerra con turbulentas rendiciones.

Un polvo espectacular sobre la mesa, con un cuchillo a mano que la cámara enfoca como al desgaire, no es una aspiración máxima para nadie, si no está protagonizado por los muslos de Jessica Lange, por el soberano trasero de Jessica Lange desgreñada. De las dos versiones más distinguidas, entre las varias que se han hecho de El cartero siempre llama dos veces, novela fundacional de James Mallahan Cain, la de Tay Garnett (1946) y la de Bob Rafelson -la de Lana Turner o la Jessica Lange, para entendernos-, prefiero la de Rafelson; en parte, gracias a la fuerza del guión de David Mamet. El hecho de que considere ésta más crítica contra la sociedad americana y más fiel al derrotismo del libro de M.Cain es un pretexto y una autotrampa innecesaria. Lo que de verdad me interesa es el instinto selvático, la primaria sexualidad de Jessica Lange frente al toque de distinción de Lana Turner. Desazona la acidez de Jessica, en la medida en que estomaga la artificiosidad de Lana. Son dos variantes de la imagen de mujer fatal que el cine y la literatura han definido y divulgado; ambas turbadoras, pero Jessica verdaderamente trágica, y Lana de diseño.Ese polvo glorioso y en crudo sobre la mesa enharinada y grasienta de la cocina nunca hubiera sido posible con Lana Turner, siempre ondulada como recién salida de la peluquería; o tocada con un turbante que no se quitaba ni para darse un chapuzón nocturno en el mar. Teresa de Jesús, purismo modelo de mujer fatal a lo místico y lo divino, escribió que entre los pucheros también anda Dios; Bob Rafelson decide que entre cacerolas, guisos y fritangas puede zascandilear la sexualidad más ardida y extenuante.Siempre que esté en medio, por supuesto, Jessica Lange. Pongan ustedes en traje de faena, sin melena ondulada y sin turbante, a Lana Turner, y a ver qué pasa. Lana Turner es siempre la gran señora de la casa y no la cocinera, camarera y lavaplatos. Sus aspiraciones disparan más alto que un simple revolcón. Si la mirada retadora de Jessica Lange se cruza con la mirada de loco de Jack Nicholson, puede ocurrir cualquier cosa. Mejor dicho, puede ocurrir lo que tiene que ocurrir, está cantado: un forcejeo inicial, una resistencia tigresa, una cesión y, al final, una entrega bronca y recíproca sin barreras.

La versión de Garnet es más estilizada, con un dominio de la estética de la elipsis verdaderamente equilibrado y medido. El lento recorrido de la cámara, desde los pies hasta la cresta del turbante, es de otra índole que la corriente eléctrica que se establece entre el bar y la cocina; Jessica Lange en bata y delantal, Lana Turner limpia, dibujada y generosa de piernas.La distinta forma de tratar el encuentro entre Cora y Chambers define las diferencias entre las dos versiones, su poética, su tono e incluso su visión de la sociedad americana. Diferencia a la que contribuyó, posiblemente, el guión de David Mamet, uno de los máximos descuartizadores de los sueños de felicidad de Estados Unidos, en la de Rafelson. A John Garfield, Jessica Lange lo hubiera destrozado en el primer asalto. Y Jack Nicholson hubiera hecho del turbante de Lana Turner una rodea, un trapo para limpiar las mesas del bar.

La mujer fatal es una constante en las novelas de James M. Cain, pero no es necesariamente y sólo un arquetipo rubio y calculador devorador de hombres, sino una mezcla de turbulencia apasionada y ambición de medro. M. Cain es uno de los grandes de la novela negra americana. El cartero siempre llama dos veces lo marcó para siempre y fijó las pautas de novelas posteriores: un fatídico triángulo amoroso-criminal de esposa insatisfecha y decidida, hombre cómplice rendido ante la atracción de la mujer, esposo simple en la inopia o en la resignación. Enseguida se sabe quién va a ser la víctima: el marido. Al menos dos libros de James M. Cain, El estafador y Pacto de sangre, tienen un principio calcado de El cartero siempre llama dos veces, su novela angular.

El desarrollo argumental de los temas de M. Cain enfrenta por un lado la manipulación de personajes sin escrúpulos ni moral y, por otro cierta honestidad alegre y resignada de los perdedores y condenados. Aunque el núcleo de la trama se desvíe y ofrezca consecuencias colaterales, hay siempre una amenaza de desastre; lo que alguien llamó la gran ceremonia de la catástrofe. Este ceremonial está hecho de complicidades precarias, de crimen y de sexo, de amor y de traiciones o, por lo menos, de apariencias de traiciones y apariencias de amor. El tirón del sexo es la única realidad comprobable y la redención de estos dos personajes se presenta conflictiva y ardua. Es más, no debe haber redención, no debe haber final feliz porque el cartero vuelve y vuelve cuantas veces sea menester para que las cosas queden en su sitio.

Absueltos Cora y Chambers del asesinato del marido de ésta, según la ley moral de la tragedia, el crimen no puede quedar impune. Por eso la nueva llamada del cartero, otro accidente real, no provocado, en el que muere Cora, sirve para condenar a Chambers, en este caso, sí, inocente. Este accidente, mientras un amor limpio y puro renace sobre la escoria y la sangre, viene a ser una nueva formulación de la tragedia; aquélla que es cosa sólo de los hombres y en la que azar y destino resultan indiscernibles.Y que cinematográficamente tiene dos soportes, el western y el cine negro, menos éste que aquél. El llanto de Jack Nicholson y la mano inerte de Jessica Lange colgando del coche destrozado es más revelador de la tragedia que una farragosa secuencia de remordimientos, autoinculpaciones y reflexiones sobre la culpa y el destino: el sollozo de un duro y un malvado vale más que una confesión.Pero lo que de verdad conmueve, ame uno a Lana Turner o a Jessica Lange -se podría ser infiel a cada una con la otra-, es la muerte de Cora. Ahí es donde James M. Cain aplica los principios verdaderos de la purificación por la compasión. Mujer fatal, la fatalidad ha venido a cebarse en ella matándola antes de tiempo, cuando estaba embarazada y empezaba a ser feliz. Mejor así; mejor una Cora muerta que una Cora envejecida, en escombros y en orden.Mejor el terror de su última mirada y su último beso, en pleno esplendor, que una decadencia doméstica, despojada de su don de maldita. Inimaginable una Cora saciada, amorosa y complaciente, madre ejemplar y esposa y sumisa. El cartero siempre pone las cosas en su sitio. Gustav Klimt y Emilie Flöge, Jueves, 17 de agosto de 2006.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quedé atónita con tan excelente descripción de este film. Jamás la he visto, creo haberte escuchado nombrarla, pues al parecer podría tratarse de un clásico del cine, sin embargo, con tan buen comentario hecho acá, no dudaría en verla, al menos la que según los especialistas en la materia definen como la mejor, la protagonizada por Jessica Lange y Jack Nicholson...Un gusto pasar por acá. Gracias, querido amigo. Un beso y mi cariño. MIGUELINA