Confesiones

Perdóname padre, porque he pecado.

He creído en la bondad de la gente, en su inmensa capacidad de reflejarse en el otro, para solidarizarse y seguir…

He creído en la igualdad de los hombres ante la ley, en el sentido jurídico más estricto, ese que alude a que la ley no establece diferencias o distinciones individuales respecto a aquéllas personas de similares características, ya que a todas ellas se les reconocen los mismos derechos y las mismas posibilidades, en tanto han de ser iguales ante la ley, sin distinción de credo, razas, ideas políticas y posición económica.

He pensado, quizás sin razón, que todos tenemos el consecuente derecho de expresarnos, intercambiar nuestras ideas y opiniones sin temor o represión alguna, en tanto respetemos y validemos la opinión de nuestro contrario, con las mismas prerrogativas para cada uno de nosotros.

He anhelado en base al criterio antes expuesto, que todos aquéllos seres maravillosos con los que he tenido la increíble oportunidad de compartir, en estas lides de vida, en lo familiar, personal, académico, profesional y ciudadano, me honrarían con la invalorable presencia de sus comentarios, no obligantes ni rigurosamente consuetudinarios, pero si ocasionales y por ello me lance a la aventura de estas memorias, para ,de sobreviviente a otro, mantener viva la esperanzada llama del amor y el imperecedero contacto del mundo de los afectos.

De allí el por qué de este medio, que nació en principio dirigido a todos mis amigos, en particular quienes contactaba a través de la red, para no perder la magia de estar en contacto, a quienes les envié a sus direcciones electrónicas la dirección de esta humilde morada, para que la hicieran suya y con ello me honrasen por siempre, haciéndome acreedor de la dicha del ping pong de la información y el contacto cariñoso, lo cual, lamentablemente y salvo muy honrosas excepciones, no fue así, por el contrario, estuvo conminado a llamar a muchos, respetuosa y cariñosamente, “amigos invisibles”, al enterarme de muchos que confesaban, pasar y no dejar su huella, por estar ocupados, por enredarse haciéndolo, por no saber hacerlo, porque al dejar el comentario éste no se quedó, etc, pero en fin, nunca dejaban muestra o evidencia de su presencia, lo cual, repito, desnaturalizaba la intencionalidad del blog, al no producirse la requerida “retroalimentación” o el Feed back del empleo de este medio comunicacional. Por ello, cariñosamente les llamo “amigos invisibles” honrándolos con la expresión utilizada por el fallecido y respetado intelectual Arturo Uslar Pietri.

Nunca, con mala intención o pretendiendo ofenderles, por el contrario, no se puede ofender a quien se quiere, ni siquiera cuando en aras de dicho afecto nos vemos forzados a decirles, no lo que quisieran escuchar u oír, sino lo que en nuestro humilde entender acontece.

La divina providencia, esa que nunca olvida a los hombres y mujeres de buena voluntad, trajo a este rincón a nuevos y mágicos seres, que con su sapiencia, idiosincrasia y grandilocuencia pintaron de magia, afecto y color con sus comentarios, esta humilde morada. Quizás a ellos, también inconscientemente atribulé, en mi afán de comunicarme, de expresarles ideas y contar con las suyas, de saber de ellos, a ellos, también mis humildes disculpas.

Confieso también lamentar el haber podido espantarles con cualquier bienintencionado comentario que pudiese haber lesionado la sensibilidad de alguno de Ustedes, a fin de cuentas, la perfectibilidad no existe, no somos dueños absolutos de la verdad y jamás me creído poseedor de la razón, simplemente he querido manifestar parte del universo en que cohabito, con todo aquél o aquélla que pretenda hacerse parte de él e interactuar, siempre con la mejor de las intenciones, ésa que anida en cada uno de nosotros para validar lo que somos y hacernos sentir, cada día más humanos y vulnerables ante la grandeza de la creación divina…

Finalmente confieso, que no sé si he de seguir con esta hermosa tarea, que en su devenir ha generado para este humilde servidor muchas satisfacciones y algunas tristezas, sólo se que he de agradecerles infinitamente, en mi alma y corazón e incluso, desde ellos, a todos y cada uno de los maravillosos e increíbles seres con cuya presencia me he sentido más que honrado, halagado. A esos, gracias por siempre. Incluso, a los invisibles también les agradezco, por haber sido motor de toda esta maravilla, de estas memorias de un sobreviviente, que les agradece y quiere, por siempre.

Tal vez de vez en cuando, me de por pasar de nuevo, escribir unas líneas y compartir, con quien quiera que se encuentre, algún pensar o parecer, ya no con el quizás incomprendido o desmesurado afán de encontrar un receptor, un interlocutor inteligente, agradable, feliz, como Ustedes, para interactuar, sino con el sencillo interés de tener algo considerado importante, qué decir o expresar, para no perder el norte de ese mundo ansiado, idealizado y quizás hoy día inexistente, de las libertades de pensar expresar y actuar .

Se les quiere y respeta a todos, como siempre se les ha querido y respetado, como sólo se quiere y respeta a los buenos y grandes amigos, como Ustedes…

Eso también lo confieso, antes de proceder a cumplir con las plegarias de rigor, para redimir estas culpas de las que he quedado confeso, producto de estas afectuosas líneas.