martes, diciembre 19, 2006

Píntame un cordero...


ANTOINE DE SAINT EXUPERY, el autor de EL PRINCIPITO, fue un aviador y literato francés que sólo vivió escasos 44 años. Nació en Lyon, en 1900 y falleció en 1944. En realidad, nunca se supo que ocurrió con él. Saint-Exupéry desapareció para siempre en una misión de reconocimiento, cuando sobrevolaba la Francia ocupada por los nazis, durante la Segunda Guerra Mundial. Saint-Exupéry comenzó escribiendo en prosa lírica vivencias de carácter novelesco y, posteriormente, continuó con diarios, informes y cartas.
Sus textos son consecuencia de reflexiones profundas de índole humanista y de crítica a la cultura.
Entre sus novelas sobresalen VUELO NOCTURNO y EL CORREO DEL SUR. Como diario dio vida a PILOTO DE GUERRA. Pero su obra más famosa y por la que ha trascendido es EL PRINCIPITO, un cuento largo que en formato de libro ha batido récords de venta en el mundo y en todos los idiomas desde 1943, año en que se publicó por primera vez en francés. EL PRINCIPITO es su obra cumbre. En sus páginas se evocan -de manera sencilla y clara- los valores más arraigados y esenciales del humanismo, donde quedan de manifiesto la solidaridad, bondad, entereza, tenacidad, compañerismo y entusiasmo por el conocimiento. El libro es un símbolo de búsqueda permanente del hombre, de aquellos principios que enriquecen el espíritu y que traen paz infinita al alma.

II
Viví así, solo, nadie con quien poder hablar verdaderamente, hasta cuando hace seis años tuve una avería en el desierto de Sahara. Algo se había estropeado en el motor. Como no llevaba conmigo ni mecánico ni pasajero alguno, me dispuse a realizar, yo solo, una reparación difícil. Era para mí una cuestión de vida o muerte, pues apenas tenía agua de beber para ocho días. La primera noche me dormí sobre la arena, a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Estaba más aislado que un náufrago en una balsa en medio del océano. Imagínense, pues, mi sorpresa cuando al amanecer me despertó una extraña vocecita que decía: - ¡Por favor... píntame un cordero!-¿Eh?-¡Píntame un cordero!

Me puse en pie de un salto como herido por el rayo. Me froté los ojos. Miré a mi alrededor. Vi a un extraordinario muchachito que me miraba gravemente. Ahí tienen el mejor retrato que más tarde logré hacer de él, aunque mi dibujo, ciertamente es menos encantador que el modelo. Pero no es mía la culpa. Las personas mayores me desanimaron de mi carrera de pintor a la edad de seis años y no había aprendido a dibujar otra cosa que boas cerradas y boas abiertas. Miré, pues, aquella aparición con los ojos redondos de admiración. No hay que olvidar que me encontraba a unas mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Y ahora bien, el muchachito no me parecía ni perdido, ni muerto de cansancio, de hambre, de sed o de miedo. No tenía en absoluto la apariencia de un niño perdido en el desierto, a mil millas de distancia del lugar habitado más próximo. Cuando logré, por fin, articular palabra, le dije: - Pero… ¿qué haces tú por aquí?

Y él respondió entonces, suavemente, como algo muy importante: -¡Por favor… píntame un cordero! Cuando el misterio es demasiado impresionante, es imposible desobedecer. Por absurdo que aquello me pareciera, a mil millas de distancia de todo lugar habitado y en peligro de muerte, saqué de mi bolsillo una hoja de papel y una pluma fuente. Recordé que yo había estudiado especialmente geografía, historia, cálculo y gramática y le dije al muchachito (ya un poco malhumorado), que no sabía dibujar. - No importa - me respondió-, píntame un cordero! Como nunca había dibujado un cordero, rehice para él uno de los dos únicos dibujos que yo era capaz de realizar: el de la serpiente boa cerrada. Y quedé estupefacto cuando oí decir al hombrecito: - ¡No, no!

Yo no quiero un elefante en una serpiente. La serpiente es muy peligrosa y el elefante ocupa mucho sitio. En mi tierra es todo muy pequeño. Necesito un cordero. Píntame un cordero.
Dibujé un cordero. Lo miró atentamente y dijo: -¡No! Este está ya muy enfermo. Haz otro.Volví a dibujar. Mi amigo sonrió dulcemente, con indulgencia.
-¿Ves? Esto no es un cordero, es un carnero. Tiene cuernos…
Rehice nuevamente mi dibujo: fue rechazado igual que los anteriores. -Este es demasiado viejo. Quiero un cordero que viva mucho tiempo.
Falto ya de paciencia y deseoso de comenzar a desmontar el motor, garrapateé rápidamente este dibujo, se lo enseñé, y le agregué: -Esta es la caja. El cordero que quieres está adentro. Con gran sorpresa mía el rostro de mi joven juez se iluminó:
-¡Así es como yo lo quería! ¿Crees que sea necesario mucha hierba para este cordero? -¿Por qué? -Porque en mi tierra es todo tan pequeño…
Se inclinó hacia el dibujo y exclamó: -¡Bueno, no tan pequeño…! Está dormido…

Y así fue como conocí al principito.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué hermoso es compartir...verdad? este ha sido uno de los mejores regalos recibidos, querido amigo. Esta obra, como ya sabes he tenido oportunidad de leerla y releerla porque sencillamente es hermosa. De antemano, es una de mis favoritas. Creo haberte hecho entrega de una estracto en anterior oportunidad y sí, ella es mágica, porque nos muestra con sencillez el lado humano que tenemos y a veces escondemos u olvidamos. Para mí resultó revivir al niño que todos tenemos dentro, es solo que con el tiempo, olvidamos lo maravilloso que resulta saber que está con nosotros.
Sabes? tú has dibujado un lindo cordero para mí, lo había buscado y finalmente lo encontré dormidito, como el de la historia...pero está quieto, porque sabe que yo estaré a su lado, y aunque no pueda verme tiene mi compañia, mi cariño y resguardo.
Hubiera querido tenerlo conmigo para regalarte otro pedacito de esta fabulosa obra, pero te dejo mi cariño, que sé lo sabrás recibir. Un abrazo inmenso, y gracias, mil gracias de nuevo por permitirme estar aquí. FELIZ DIA, MI SIEMPRE QUERIDO Y RECORDADO AMIGO. CUIDATE, SE TE QUIERE MUCHO, MIGUELINA. 12/12/07
Mil gracias por haberlo compartido

Anónimo dijo...

"-Tengo sed de esta agua, dijo el principito, dáme de beber.
¡Y comprendí entonces, lo que él había buscado!
Levanté la cubeta y la llevé hasta sus labios. Bebió con los ojos cerrados. Todo era dulce como una fiesta, aquella agua era algo más que un alimento. Había nacido del caminar sobre las estrellas, del canto de la polea, del esfuerzo de mis brazos, era buena para el corazón, era como un regalo. Cuando era niño, las luces del árbol de Navidad, la música de la misa de media noche, la dulzura de las sonrisas, daban su resplandor a mi regalo de Navidad.
-Los hombres de tu tierra, dijo el principito, cultivan cinco mil rosas en un jardín...y no encuentran lo que buscan...
-No lo encuentran, contesté...
-Y sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en una sola rosa, o en un poco de agua...
-Seguramente, contesté.
Y el principito añadió:
-Pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón..." Mi pequeño regalo de hoy, aunque ya el día agoniza, otra vez me agarró el reloj, pero las horas que paso aquí son tan breves y las disfruto tanto que se me van rápido. Cómo quisiera que el día tuviera más de 24 horas!! Que pases buenas noches, mi querido amigo. Y que la luz de un nuevo día ilumine tu camino y que Dios colme de bendiciones tu vida. Feliz noche. Abrazos. MIGUELINA 16/12/07