jueves, julio 27, 2006





Golfo Guillermo
El Mejor Amigo del Hombre

Esta es una deuda que tengo con la vida.

Además... es una historia de la vida real.

Escribirle a alguien verdaderamente especial, mucho más que un simple can, mucho más que una mascota.

Escribir sobre Golfo Guillermo.

Siempre me habían gustado los perros y provengo de una familia numerosa, en la que genealógicamente a algunos de sus miembros gustan de los animales, particularmente mis abuelos maternos, siempre tuvieron loros, gallinas, gatos, hasta incluso un mono (el mono Pancho, ¡era una nota!) y por supuesto, perros.

En mi algo remota infancia, sólo una vez tuvimos un perrito, mezcla de pequinés con terrier, llamado "Bobby", que murió de viejo. Era un verdadero encanto, pero era nuestra mascota colectiva.

Por lo visto, esas cosas suceden con bastante frecuencia, porque siendo prácticamente propiedad de uno de mis hermanos ("El gordo Daniel", "uquiu" o "coquito de mono", como solíamos decirle), a quien se lo obsequiaron y lo llevó a la casa, finalmente con el tiempo se fue desprendiendo de la pertenencia del perro, que terminó siendo de todos, pero como a mi madre no le gustan los animales, muerto el perro, ¡se acabaron las mascotas!.

Siempre me llamó la atención, lo entregadas de algunas personas para con sus mascotas, lo veía como hasta obsesivo e incongruente (digo lo del excesivo afecto por sus mascotas, al punto de tratarlas como personas o miembros de su familia) pero nunca había tenido realmente la oportunidad de vivirlo en carne propia, como ahora, que sinceramente debo colocar la lengua donde no le den los rayos del sol.

Hasta que conocí a Golfo Guillermo.

Resulta ser, que inicialmente fue concebido como un regalo para alguien especial, alguien que adoro, que quería un cachorro, específicamente un golden retriever.

Y por formar esa persona parte importante de mis afectos y estar atravesando además un mal momento, me dediqué a la tarea de buscarle el perrito, bajo la inocente premisa de que esos perros son un encanto.
Pero nada que se conseguía el cachorro de golden y cuando aparecía alguna propuesta, los precios eran astronómicos.

Hasta que un día, mejor dicho, un atardecer del mes de marzo de 2003, en plena calle, en un sector de comercio informal donde se vendía ropa, artesanía, mascotas y películas, observamos a un señor que estaba vendiendo una camada de labradores retrievers y le quedaban justamente una hembra y un varón...

Para la persona receptora del obsequio, fue Amor a primera vista.
Para mí...un compromiso adquirido, una embarazosa promesa por cumplir.
A todas estas, era mejor que un golden, por ser de pelo corto y botar poco pelo (tan cierto como que Santa Claus y los tres Reyes Magos existen).

Obviamente la selección fue por el cachorrito, porque una perra podía resultar más complicado a mi juicio, como iba a cohabitar con el animal y mi acompañante, pues ni modo, tendría que ser así.

El primer nombre, fue una concesión graciosa concedida a mi persona, por lo que raudo y veloz, como fiel aficionado a la factoría Disney y con La Dama y el Vagabundo como mi película favorita de dicha productora, sin dudar lo propuse: "Golfo". Lo de Guillermo, vino después, por añadidura o joda.

Debo reconocer que abinicio, el cachorrito me resultaba adverso, complicado, molesto, mejor dicho, la idea de vivir con él, porque francamente no me sentía preparado y ante la imposibilidad de conseguirlo inicialmente, ya me había acostumbrado a la idea de prescindir de él; pero en fin, más pudo el amor y el deseo de complacer a esta otra persona, que mis temores o la poca gracia de la idea de convivir permanentemente con un perro, en un apartamento, además alquilado, que se hiciera pupú u orinara, etc.

No obstante a las argumentaciones y temores precedentemente expuestos, el cachorito, debo reconocer, resultó desde la primera noche, una delicia.
Porque hasta hacía sus necesidades en papel periódico y ni se sentía.

No era 100% puro, e incluso nació con un lunar en un costado, que le hacía a veces verse, a juicio de extraños, como si fuese perro de dueño de taller mecánico.

Tuve mucho recelo en intimar con él, porque al fin y al cabo, no era mi perro, era el perro de otra persona, cercana, amada, querida, pero de otra persona al fin.

Sin embargo el condenado cachorrito se hacía querer y un día, venciendo todos los pronósticos, al llegar del trabajo, lo cargué y acaricié... y en ese momento...¡ me orinó!, si así como lo oyen, el coño de madre perro, se orinó encima de mi y literalmente, a partir de ese momento, lo crean o no, cual hechizo, sortilegio o embrujo, el tío se adueño de mi voluntad.

De allí a este tiempo, han transcurrido tres años y el cachorrito... creció, se comió un sofá (si bueno, prácticamente lo desarmó y se comió toda la goma espuma) bailó tap sobre la mesa del comedor (en más de una oportunidad), hizo que se retapizaran los muebles y laquear el comedor (2 veces), se comió un plátano completo sin pelar; un paquete grande, con sus seis (6) paquetitos de galletas dulce, en sus respectivos envoltorios y se adueñó además, de mi corazón, vida y espacios personales, convertiéndose hoy día casi en el dueño absoluto de mis afectos.

Y qué les puedo decir... es Golfo Guillermo ... es mi mejor amigo, conoce de mis tristezas, mis frustraciones y alegrías...





Es capaz de transformar mis lágrimas en sonrisas, de disipar mis temores y hacer posible que renazca la esperanza, cuando la pena está en su más alto nivel.

Se ha convertido además, en el mejor catalizador de conflictos domésticos y conyugales, constituyendo además, parte importante e imprescindible de mi mortal existencia.

2 comentarios:

Ney Enrique Alvarez dijo...

La pregunta es cuándo mi Golfo tendrá a su reina?. ¡Viva GolFo!

Anónimo dijo...

Definitivamente, nuestras mascotas son capaces de robarse nuestro corazón. Bello y merecidísimo post para tu querido Golfo. Me encantaron los videos, son muy tiernos. Me pasó algo similar con nuestra Canela, al principio, ni la quería en el apartamento, le dí un pequeño ultimatum, "si en tres días no se acostumbra a nosotros, la regresamos con su anterior dueña", y la condenada hasta sabía contar, la tercera noche justamente dejó de llorar y se adueñó del corazón de los niños, que brincaban de la felicidad, pues ellos soñaban con un perrito desde hacía mucho tiempo, y su papá muy a pesar mío, logró que terminara aceptándola, pero es que ella se ganó solita el cariño de todos. Bueno, Freddy. Recibe mi cariño de siempre. Sigo leyéndote...MIGUELINA 01/05/07