sábado, abril 04, 2009

El árbol que supo ser...(autor desconocido)


El árbol que supo ser

Había una vez un hermoso jardín lleno de árboles y arbustos de todas clases. La felicidad reinaba en él pues todos estaban contentos con lo que eran: el manzano, el peral, los limoneros, el rosal... todos eran felices. Bueno, todos no. En el centro del jardín, había un enorme árbol, precioso, pero no era feliz, estaba triste. Envidiaba la felicidad de los demás pues todos sabían lo que eran y para qué estaban en el jardín, menos él. No tenía ni idea de para qué servía ni qué era. Los pájaros se posaban en sus ramas, y cantaban y hacían sus nidos, pero él no les prestaba atención, pues estaba sumido en sus pensamientos tristes.

Los demás árboles del jardín, para ayudarle, le decían lo que tenía que hacer. "Mira que manzanas más hermosas tengo" le decía el manzano. Sólo tienes que querer hacer manzanas y las tendrás, así de fácil.

"No le hagas caso al manzano, le decía el peral. Es mucho más sencillo hacer peras, ¡mírame a mí, qué peras mas jugosas tengo!"

"¡Qué decís, murmuraba el rosal, es muchísimo más sencillo dar rosas como las mías. Mirad qué colores y qué perfume tan agradable tienen!"

El pobre árbol no sabía qué hacer, quería agradar a los demás e intentaba con todas sus fuerzas que de sus ramas brotasen rosas, manzanas o peras, pero era inútil, y seguía sienténdose infeliz.

Un buen día, se posó sobre sus ramas un búho, que según dicen es el animal mas sabio de la naturaleza. Al enterarse del problema que tenía le dijo:

"No te preocupes, ese problema que tienes se puede resolver fácilmente. Sólo tienes que escuchar tu voz interior, y ya verás como desaparece solo, y después serás feliz al igual que tus compañeros del jardín."

El árbol, al principio no entendió nada..."escuchar su voz interior", había dicho el búho. ¡Qué era aquello de de su voz interior! Pensó y pensó y al final creyó encontrar la solución. Cerró los ojos, tapó sus oídos y abrió su corazón... y entonces la escuchó. Al principio débil, como un pequeño susurro... pero después fué llegándole el sonido más firme y al fin pudo escucharla del todo: "Tu no eres un manzano, así es que no puedes dar manzanas; ni un peral, así que tampoco puedes dar peras; ni tampoco eres un rosal... tú eres un roble. Y la misión de un roble es crecer sano y fuerte para dar cobijo a los pájaros, sombra al caminante y frondosidad al jardín, ¡esa es tu misión, y si la cumples serás feliz!"

Y así fue como nuestro árbol, que era un hermoso y robusto roble, supo por fin quien era y para qué estaba allí entre todos los demás árboles de aquel precioso rincón, y nunca más estuvo triste al contrario, fué el más feliz y longevo de los árboles del jardín.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias, querido Fred!!
Me quedé sin palabras al leerlo y al verlo aquí en mi querido rincón.
Qué hermoso regalo, corazón. Es mucho con demasiado como dicen los pavos acá...
solo dije: hay que ser fuertes como el roble. aunque yo lo conocí con otro título: "El árbol que quería dar rosas..." y quizá no sea esto relevante, lo hermoso es todo cuanto nos deja a cambio.
Pero aprovecho la oportunidad para expresar todo lo que me produjo al leerlo una vez más.
Me deleité con esta fábula, pues ya sabes cuanto aprecio tengo por los árboles, me pareció hermoso, insta a buscar dentro de nosotros mismos cuál es nuestra voz interior, quizá allí reside nuestra verdadera fortaleza, es solo que tenemos que agudizar nuestro oído.
"Cerrar los ojos, tapar los oídos y escuchar la voz del corazón..."
A veces, resultará difícil hacerlo, pues vivimos en medio de tanto ruido y tanta agitación, más, sin embargo, deberíamos procurar un instante para aprender a escuchar esta voz, que al principio será como un susurro, pero al final será tan contundente que nos maravillará saber lo que es capaz de decirnos...Feliz noche, querido amigo. Un placer compartir de estos pequeños y grandes detalles contigo. Un abrazo y nuestro cariño, querido amigo, cuidate mucho y Dios te bendiga, corazón...MIGUELINA