viernes, junio 08, 2007

¡viernes de remembranza! anecdotario de idas y vueltas por el occidente del país...

Rememorando, desde esta trinchera, los últimos acontecimientos de mi transitable día a día, me siento en la necesidad de expresarles lo maravilloso de mi doble viaje a la ciudad de Maracaibo durante mi “descanso vacacional”, encaminado, más que a descansar, a la búsqueda de alternativas para honrar el compromiso ciudadano de la búsqueda de la paz y felicidad. En el entendido expreso, de que se trata de eso, de una necesidad forzosa a la que dar obligatorio cumplimiento para lograr ser quienes realmente somos.

Acciones desesperadas conducen, a veces, a soluciones desesperadas. Y esa desesperación a veces puede dar lugar, a cambios drásticos de vida, que a su vez pueden llevar, a situaciones más paradójicas y complicadas que las transitadas con anterioridad.

No obstante, ir a Maracaibo significó, reencontrarme con la esencia ciudadana,con el calor de la gente. Un calor que trasciende la animosidad, camaradería y gentilicio ciudadano de los marabinos, maracuchos y zulianos (para no herir susceptibilidades en la definición de quienes provienen de esta hermosa entidad político territorial),sino además, los más de 32 grados centígrados de temperatura que generaban en la calle un sofoco verdaderamente espectacular.

Sus calles, centros comerciales, librerías, restaurantes, tarantines y sitios, constituyen una pluralidad de alternativas que satisfacen todos los gustos y generan una animosidad particular, para quienes, no nos queda más, que prendarnos de su encanto, de verdad.

Caminar cerca de la sede del Gobierno regional, pasar frente al majestuoso Teatro Baralt, caminar por las inmediaciones de estos lugares y detectar las posibilidades de obtener, subrepticiamente, una copia de algún cd de cualquier cantante, de cualquier época e incluso, cualquier película, con su material adicional, a un precio para nada comparado con su precio real; comerse un delicioso cepillado o helado de HELADOS ANTONIO, tentar el paladar con la más extraordinaria combinación de sabores tropicales en JUGOSO, comerse un DESGRANADO (granos de maíz, acompañados de crema de leche, queso parmesano y queso fundido, ¡como para morirse de gusto!), los pasteles, las mandocas, los tequeños, las papas rellenas, tomarse unos tragos en VIBAS al salir del Centro Bellas Artes, perderse en su Sambil, esperar en De Candido, mientras abren las tiendas, pasear en el tranvía, haciendo un particular recorrido por la ciudad, visitar “las playitas” para comprar de todo a buenos precios, o simplemente caminar por la Vereda del Lago, constituyen elementos de sobra para obnibular conciencia e inconciencia en este recóndito y maravilloso lugar, anhelando quedarse en él y no salir jamás de allí.

Su más preciado tesoro: su gente. (claro, por supuesto que hay excepciones, como en todas partes, pero la regla general la constituye la camaradería, solidaridad y afectuosidad marabina). Yo he podido comprobarla, y es precisamente tal, que abarca todos los ámbitos de la vida ciudadana, en la familia, en la calle, en el comercio y hasta en el trabajo o ante la posibilidad de compartir el ámbito laboral. Quizás sea cuestión de suerte, pero tratándose de mi persona, les confieso que mi experiencia en estas tierras siempre me ha dejado un buen sabor, que además me permite, a pesar de aún no poder lograr establecerme en ella, al menos dejar siempre abierta la posibilidad de volver y dejarme llevar por su particular encanto.

1 comentario:

Daniela dijo...

Freddy...cómo estás querido amigo?. Me alegra saber de ti, a mi me encanta Maracaibo, pero el calor agobia, la gente es muy acogedora y la ciudad también. Recibe mi cariño.
Besos.