lunes, junio 20, 2011

De amor y de sombra

,...


A la sombra de aquel recuerdo, quisiera acobijar, ahora, ese torrente sentimental que se aglomera en el alma para nublar el entendimiento y hacerme recordar, si bien no cuán feliz fui; al menos, cuánto lo creí ser...
Es impresionante como, al finalizar una relación amorosa (de las de a dos)podemos, a veces, darnos cuenta de lo mucho que creímos, erramos y fallamos al pensar, haber sido dueños del universo entero y vanagloriarnos con la sentir que bajo el influjo de ese hermoso sentimiento, no solo seriamos capaces de abordar y vencer cualquier temeridad sino además, de activar en nuestra vida, el “felices por siempre”, para dar fin a un precedente histórico de desaciertos y "guayabos" de pronóstico reservado.

Y es que, la mundana fragilidad sucumbe ante la penosa debilidad de nuestro ser, que reclama tanto de atención, afecto y cercanía, que es tan fácil caer presa de situaciones engañosas, en las que la necesidad prevalece sobre la veracidad de lo actuado, presenciado y vivido; caemos presa de nuestro propio juego amatorio y perdemos de vista lo evidente porque terminamos viendo, oyendo y sintiendo, lo que queremos ver, oír y sentir, para luego terminar recogiendo, los pedazos rotos de nuestro propio collage de ensueño formado de retazos de ilusoria existencia.

Por eso la necesidad de atesorar el amor, preservarlo, vivificarlo y hasta si se quiere, guardarlo a la sombra del reposo expectante, de aquellas situaciones ciertas, autenticas; que sin estar desprovistas de romance y emoción igualmente constituyen parte importante de nuestra vida mundana y ciudadana.

Y bueno, podríamos preguntarnos entonces, Cómo atesorar el amor? Bueno, sin pretender ser ningún gurú del asunto; más sin embargo, entendiendo, desde la carencia vivencial, que no solo es amor, aquello que “se siente” entre quienes deciden, concertada y afectivamente compartir vida en pareja, que este sentimiento se alberga en el alma de todo ser vivo; particularmente en nuestro caso, se extiende y hace presente a lo largo de nuestro diario acontecer vital; vale decir, todas y cada una de las etapas de nuestra vida, desde la concepción, infancia, adolescencia, juventud, adultez y vejez y en tal sentido se manifiesta con nuestros padres, hermanos, familiares, amigos; tomando desde luego especial consideración también, para el caso del amor de pareja, como quiera que sea visto en la modalidad que sea, sin exclusión, pues toda manifestación consciente y voluntaria de dos seres dispuestos a valorarse o revalorarse, quererse, apreciarse y respetarse para compartir juntos un destino común debe ser objeto de respeto, pero, sin que por ello implique que deba sujetarse la existencia del amor y su manifestación plena circunscrita a este hecho maravilloso, que puede presentarse o no, pero cuya ausencia, o extinción momentánea (créanme, se han visto casos!) ni desvirtúa ni desmerece el significativo hecho de nuestra importante mundana existencia y el desconocimiento del AMOR en nuestras vidas, “en cualquiera de sus otras importantes manifestaciones”.

Hecha la aclaratoria, disfrutando, agradeciendo y respondiendo al AMOR de siempre, ese que por ser tan diario, a veces pasa desapercibido a nuestra vista, dejando descansar en la sombra su otrora manifestación, junto a sus primos hermanos, el deseo, la lujuria, el placer y la pasión; podríamos despedirnos, parafraseando el viejo adagio:” tres cosas hay en la vida: salud, dinero y amor; el que tenga esas tres cosas, puede dar gracias a dios”.


No hay comentarios.: