No hay nada que vislumbre un día distinto, ni siquiera el hecho de tratarse de un sábado. Afuera, el vigilante, con aspecto a personaje secundario de aquéllas célebres comdias mexicanas de losaños 70 de Viruta y Capulina, conversa animadamente con la simpática, bonita y educada(casi la única) vecina adolescente de este particularmente monsteril conjunto residencial, quien animadamente conversa le cuenta sus intimidades de colegio y anécdotas juveniles (?).
También está el vecino taxista, con pinta de macho vernáculo,con su acuerpada y varonil mujer con voz gruesa y cabello electrizado,que una vez se lanzó por el balcón desde el segundo piso de su residencia. Ahora los veo juntos, más tarde, él se irá al cyber café cercano, a jugar en computadora con los hijosbde los vecinos, o a visitar páginas gay y silenciosamente deleitarse con la anatomia masculina.
Al darle a Golfo Guillermo su paseo matinal, veo también, las caras de siempre en el parque. El señor mayor, todavía de buen cuerpo que saluda efusivamente; la señora mayor de voza estridente que al trotar y hacer ejercicio, a su manera, también saludan.
Las dos señoras, de origen italiano, que hasta hace poco tiempo caminaban juntas y ahora misterisamente lo hacen cada una por su lado y a horas distintas. (¿eran muy amigas?, ¿intimas?, ¿se peliaron y por eso ya no se tratan y una anda sola cual ánima en pena y la otra intuyo,co su espos,el señor de ceño fruncido y edad avanzada?).
El poco pasto del parque que se encuentra aún húmedo, ha enchumbado las patas del bebé canino, quien, lejos de sentirse afectado, por el contrario, se regodea de ello, cual si se tratase de una exquisita travesura. Mientras camino, rezo,oro por el descanso eterno de dos grandes amigos, Fernando, excelente negociante, esposo, padre, amigo y hombre de familia y Vicenta, gran amiga,excelente madre y esposa, antigua compañera de labores en Puerto Cabello, hace ya muchos años, ambos fallecidos a causa de una grave y dolorosa enfermedad, de cuyos fallecimientos me enteré el día de ayer. Además oro por el nuevo día, actividad que siempre hago temprano, en la mñana, de lunes a lunes, al sacar a golfo y también pidiendo por el descanso eterno de un viejo amor de siempre.
Me dispongo a regresar al apartamento, para secarle las patitas a bebecito, a requerimiento propio, quien tan solo al entrar al apartamento,raudo y veloz se dirige al último cuarto, donde estan los libros,videos, películas y sus toallas, para que le seque. Se desayuna y nos dirigimos a la tienda de mascotas, para que le den su baño quincenal, que aunque económicamente no está ba previsto, las circunstancias imponen hacerlo, porque de verdad apesta.
Lo dejo con sus tías yosmarbis y dubraska, quienes le han de bañar y secar y me dispongo, mientras hilvano cuentas y trato en vano de hacer milagros, con el exigua y ya casi inexistente pago del salario recibido, hasta casa de los viejos, a ver a mi foro, encontrarme con la visita de los encantadores sobrinos (dos de 10) Oswaldo Elías y la pequeña Verónica, Verito o "Jajima", como insólitamente cree la niña ahora llamarse en chino, gracias a una travesura de su tío Richard, contarle a papá que el cacharito oriental sigue echando vaina, que la plata no me alcanza, que todo es una mierda, en fin, que la vida continúa, con sus bemoles y múltiples situaciones, pero a pesar de todo eso, al divisar mi rostro en el retrovisor del cacharito oriental, pienso que contra todo pronóstico y a pesar de todo aún lucho, vivo y sufro, en este dulce día...