Queridos Amigos, ¿nunca han estado melancólicos?, bueno, lo de melancólicos es una doble excusa, primero, para poder postearle una de mis canciones favoritas que lleva ese título, interpretada por una de mis interpretes favoritas, Olivia Newton John y en segundo lugar, para expresar algunas ideas en torno a la depresión, que últimamente han rondado mi ser sobre la base de experiencia propia y de entrañables amigos, que quisiera expresar con respeto y cariño, desde mi propia apreciación.
¿Nunca han sentido desfallecer sus fuerzas, cual si fuesen pequeñísimas patículas de un macrouniverso,en el que nadie nota vuestra presencia, ante la indiferencia de propios y extraños?, ¿nunca se han sentido deprimidos ante mil vicisitudes diarias?.
Bueno, en realidad, esa es una pregunta estúpida.
Todos lo hemos vivido y padecido, a todos nos pasa. Esa sensación de no importarle a nadie, partiendo de nosotros mismos, de "abandonarnos", ni siquiera a nuestra suerte, sino a la nada...
Es terrible...pero inevitable.
Pareciera formar parte de nuestro normal cíclo de vida; No obstante, nos olvidamos de ello, borramos de nuestra memoria el hecho de saber que "eso" acontece con cierta frecuencia, y al replantearse en nuestra vida, volvemos a caer, presos de su trágico acontecer. Hasta que nos vuelve a tocar.
Nosotros, en medio de nuestra mortal naturaleza no hermos aprendido a controlar la depresión.Y bueno, tampoco pretendo asumir médicamente esta situación, prefiero abordar el sentir, ese que nos pega, nos duele y aprisiona en esos difíciles momentos...
Los de sentirnos no amados, malqueridos, no tomados en cuenta,ni valorados en su justa ponderación, ajenos al feliz existir del resto de quienes pueblan el planeta tierra, fuera de este universo mundano, ni siquiera tocados por los rayos del sol, el brillo de la luna y las estrellas. ¿Qué arrecho no? y pensar que tan sólo es una abstracción que hacemos, gracias a nuestro propio padecer, que al rendirnos, abandonarnos al dolor, nos hace olvidar qué somos, lo maravilloso de estar vivos, la gracia infinita de sabernos valiosos, únicos y, sin embargo...en medio de tal vacuidad que nada ni nadie nos importa.
Perdemos la percepción, el sentido verdadero de las cosas y en ese preciso momento es cuando...debemos reaccionar, interiorizar y entender, que no es más que un estadio de nuestra mortal existencia, un bajón natural de nuestro diario vivir y en su justa medida...vivir ese momento...intensa o despreocupadamente, pero a sabiendas de que éso también pasará...
Que podemos (debemos) seguir sonriéndole a la vida, esperando siempre lo mejor de ésta, en tanto estemos dispuestos a seguir adelante... viviendo, amando, sonriendo, llorando, subiendo y bajando, para volver a subir y bajar, en el tobogán de las sorpresas, el sube y baja de la vida, con el sol brillando en la mañana, la luna y las estrellas por la noche, amaneceres y atardeceres sombríos, amaneceres y atardeceres fabulosos...
Cada quien decide cómo vivir y cada quien, en consecuencia, debe decidir cómo asumir su proceso depresivo, cómo atravesar sus propios vendavales, cómo superar o manejar sus miedos y enfrentarse a sus propios demonios internos, combatirlos, vencerlos...o retenerlos y confinarlos a ese rincón del armario hasta que vuelvan a salir y de nuevo deba lucharse por volverlos a encerrar allí (vivir su barranco, como decimos por acá)...
No es fácil mis amigos, y lo sé. Pero inevitablemente hay que aprender a vivir con ello, siendo que la meta, el propósito es ese, VIVIR y para nada nos está permitido ACABAR por nuestra cuenta, no con los demonios o espectros protagónicos de nuestros sinsabores, sino con nuestra mortal y necesaria existencia, ésa a la que hay que VIVIFICARLA día a día, hacerla hermosa, tangible y con ello posible...
Aunque a veces pretendamos creerlo, No somos dueños de nuestra vida para disponer de ella, aniquilarla, destruirla, eso... depende de otra fuerza superior, cósmica, intangible.
Nuestro deber y compromiso es hacerla posible, cierta, amable... feliz...
Y ojo, no se me molesten, no crean que se los dice alguien "ajeno a la tierra", imperturbable o super afable, el rey de la felicidad, quien no se deprime, o si lo hace, logra borrar ese estado en segundos para dibujar siempre una sonrisa, No, se los dice "el rey del arroz con pollo", poseedor de unos demonios tan arraigados e imaginativos, cuan poderoso e imaginativo puede resultar el entendimiento (¡Un aficionado a la Historia Interminable de Michael Ende, las perturbadoras historias de Stephen King, el universo tortuoso de Horacio Quiroga, el dolor inteligente de Manuel Diaz Rodríguez , la inteligencia de Agatha Christie y el alucinante universo de Edgar Allan Poe, no puede poseer demonios leves y benignos, se los aseguro!) quien a diario también deber mantener su propia lucha contra el demonio de la indiferencia, el desamor, la ignominiosa sensación de ser utilizado laboralmente, discriminado, hasta vejado, sin posibilidad, por ahora, de salir corriendo, mandar al diablo a quienes detentan una despreciable superioridad de la cual a cada rato se aprovechan y sin embargo, día a día renace, confiado en la existencia de una próxima oportunidad, cual ave fénix... para seguir luchando... para seguir viviendo.